PARA ACOMPAÑAR VERDADERAMENTE

En la dificultad la compasión abunda, pero la empatía verdadera escasea; la tristeza «por lo que le pasó» está en tantos, pero sentarse a acoger la tristeza de quien vive aquella dificultad en primera persona, parece que ocupara un tiempo que “no se tiene” o que fuera más simple “esperara el mejor momento”, momento que se queda perdido en la explicación. 

¿Por qué ocurre esto?, pues no es falta de cariño, ni intención de abandono, ni falta de interés en dar una mano.

Es que para lograr “estar-estar” con quien tiene un dolor en el corazón, se tiene que haber hecho un camino de sanación y de contacto consigo mismo; sólo entonces, sólo desde ahí, se puede acompañar realmente el dolor de otro.

Ese camino de sanación y contacto con el propio interior permite atreverse a conocer y a percibir el dolor del otro, permite ir a su encuentro sin miedo y con verdad, con realidad de lo que es.

Lo contrario, es decir la evasión del propio dolor como forma de acoger las dificultades, lleva a una serie de excusas para evitar el acercamiento, lleva a un «golpear la espalda» que más bien «desayuda», lleva a un esperar que otro sea el que acompaña.

La recomendación para acompañar a un ser querido en su dolor …y en realidad para la vida es: atrévete a entrar en ti, a ver lo que has tapado, a mirar cara a cara aquello a lo que le has puesto un disfraz tan bien puesto que hasta tú mismo lo has creído y has olvidado que “aquello” está ahí….que “aquello” sigue ahí.  

Si esto no lo has hecho por ti antes, hazlo ahora por ese ser querido tuyo que lo necesita.

Si estás en un momento de tu vida en que has de atreverte a entrar en ti, yo puedo darte una mano.

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