A LOS PIES DE LA CAMA

Durante mucho tiempo me he sentado a los pies de la cama de pacientes con patología oncológica. Desde ese lugar, que es lo suficientemente cerca como para acoger y lo suficientemente lejos como para no invadir, aprendí a diferenciar lo valioso de lo superfluo, pues en el momento en que se toma ese lugar para escuchar, el interlocutor es el maestro.

Y lo realmente importante pareciera llenar una maleta no tan grande, pareciera ser un equipaje poco abultado y su peso no está dado por la cantidad de lo que pongo en esa maleta, sino por el valor de ello.

Los afectos, los verdaderos afectos, los incondicionales, esos a los que no necesito impresionar ni estar constantemente rindiendo cuentas, cosa que, aunque no la haga explícitamente, implícitamente me lo exigen y yo lo hago. Los verdaderos afectos que no me exigen y que están “orgullosos” por lo que soy no por lo que tengo y han estado “orgullosos” desde antes de que hiciera tal o cual cosa. Esos afectos que no me cobran nada, ni me piden nada y que sólo están ahí…sí, tal vez esos son el principal equipaje.

Los logros internos, las alegrías, los tesoros…los tesoros que he ido eligiendo a lo largo de mi vida; las convicciones, los valores…todo esto también se pone en la maleta al momento de despedirse de la vida.

Y como en todo viaje, a veces hay que poner lo menos grato, pero que nos ayudará: los errores, los dolores, las heridas que aun cuando no sabes para qué van, sabes que han de ir.

Sí, a los pies de la cama, he podido aprender lo que no hubiera aprendido desde otro lugar: a valorar la vida en lo que es verdaderamente importante.

Y tú, ¿qué valorarías a los pies de tu cama?

Si estás en un momento en que quieres saber que llevar en tu maleta mientras te sientas a los pies de tu cama, yo puedo darte una mano.

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