CUANDO EL CAMINO SE NUBLA
Si hay algo que valoro en la vida, es la tranquilidad. Tener un pasar sereno en el que me pueda acostar en la noche lo suficientemente bien como para poder descansar y al otro día levantarme y que no sea la dificultad lo que primero aparezca en mi conciencia.
Claramente más de alguna vez, este ideal no es posible cumplirlo de manera natural, es entonces cuando hay que buscar la manera de volver a él, pues es muy poco sano “acostumbrarse” a vivir en el desequilibrio.
¿Qué me puede devolver la tranquilidad?
Es una pregunta que a veces cuesta resolver, particularmente cuando hay un tercero involucrado, no obstante, siempre se puede hacer algo y uno de esos “algo” es atender a los aspectos que están conservados, también ayuda discernir si aquello que intranquiliza es posible resolverlo o hasta qué punto lo es; o si en esa posible resolución uno se siente cómodo o más bien la idea produce un choque en el interior. Puede ocurrir que se tenga una excelente vía de solución, sin embargo, al pensarla o imaginarla, no alivia; entonces hay que buscar otro camino. También ayuda poner la situación en perspectiva, mirarla desde diferentes ángulos, mantener la calma respecto al tiempo que puedes tardar en desatar esos nudos…en general, poner pensamiento en lo que ocurre, es siempre una estrategia que alumbra cuando el camino se ha nublado.
Como sea, la tranquilidad ha de ser una característica basal en nuestras existencias, pues da la amplitud de conciencia necesaria para poder avanzar en todo lo demás.
Si estás en un momento que requieres despejarte de tus nubes, yo puedo darte una mano.